Blogia
librodearena

He estado unos días sin escribir. El domingo por la tarde, justo cuando había leído la prensa y me preparaba para sentarme delante del ordenador, un amigo mío me dijo que su madre había fallecido.
Nunca estás preparado para ver a alguien al que quieres en una situación como esa. Esta vida, tan maravillosa y tan puta, es capaz de darte la vuelta en un instante. De estar tan tranquilo tomándote un café, a salir disparado para ver a un amigo destrozado. Y en tu mente no puedes dejar de preguntarte cómo estarías si te hubiese pasado a ti. ¿Qué le puedes decir a alguien que acaba de perder lo que más quiere? Sobran las palabras y sólo puedes fundirte en un abrazo y esperar que ese poco calor que puedas darle le sirva para que se sienta un poco menos solo.
Todos hemos perdido alguna vez a alguien. Desgraciadamente el mundo funciona así. Cuando te sucede sientes que estas hueco, y que el universo también lo está. Te sientes vacío en un mundo que acaba de perder todas las respuestas y sólo te ofrece dolor.
Dicen que el tiempo todo lo cura. Pero siempre te quedará esa herida en tu interior. Quizá el único consuelo es saber que has querido y que has aprendido. Que la vida que se acaba ha sido un ejemplo y te ha hecho ser mejor persona. Quizá sólo nos quede el consuelo de seguir viviendo por ellos y estrujar cada momento de esta vida que se nos va de las manos.
Dice el Talmud que quien salva una vida salva al mundo. Ahí está reflejado el valor de una vida humana. Pero en el fondo somos inmortales. No nos vamos con las manos vacías, siempre queda algo tras nosotros. Y sé perfectamente que el amor y el ejemplo que dejan son precisamente lo que nos hace vivir. Vivir por ellos para que no los conocerán se nutran de todas las cosas que nos han enseñado.
Hay algo que nos transmitimos que nunca muere y que siempre estará con nosotros.

Tu sabes que ella estaba orgullosa de ti. Sigue peleando, hermano, sigue dando guerra como tú sabes…

Un abrazo.

0 comentarios