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El último cazador

El último cazador

Anteanoche, por aquellas casualidades de la vida, me topé con una pelícua en la 2 de aquellas que te dejan pegado al sillón. Resulta que entre mordisco y mordisco de mi bocata de atún, dándole al zappíng a ver si encontraba algo decente mientras cenaba, me encuentro con un paisaje nevado y un tipo arrastrado por un trineo de perros. Hostia, me dije, esto debe de ser Alaska o algo así. Con suerte alguna adaptación de una novela de Jack London. Pero no, se trtaba de El último cazador, una película en la que el prota se interpreta a sí mismo como trampero del vasto norte.

La acción se desarrolla en el territorio del Noroeste, en Canadá, donde un trampero cincuentón vive del mismo modo que lo hacían aquellos míticos aventureros como Daniel Boom o David Crocket; al estilo de aqulla grandísima película titulada Las aventuras de Jeremiah Johnson, todo un clásico. La trama retrata de forma fidedigna la vida en plena naturaleza en compañía de  cinco perros y una mujer india. Con amigos de esos que hacen 100 kilómetros en medio de una ventisca para visitarte o borracheras antológicas en el bar del pueblo más cercano (el concepto de cercano es bastante flexible en esa zona). Todo un alegato sobre la ecología, la de verdad, no la de tanto cantamañanas oportunista que se viste de verde.

Lo bueno del asunto es que, al ver a aquel tipo cazando caribús, vestido con sus pieles y con su rifle al hombro, me dieron unas ganas irresistibles de mandarlo todo a hacer puñetas y pillarme un billete de avión para Canadá. Cambiar la ciudad repleta de enanos mentales por la soledad ártica, por el frío, los lobos y los vivacs a media noche en medio de una tormenta. Debe de ser duro de narices, y estoy seguro que en esas circunstancias me preguntaría qué coño hago yo allí pudiendo estar en mi casa con una cervecita delante del televisor. Pero soñar no cuesta dinero, y quien sabe si dentro de poco o mucho decido retirarme del mundanal ruido y vivir como lo hacían antes, cuando los tipos se vestían por los pies y les bastaba tener tres o cuatro cosas claras para sobrevivir; sin tanta flauta ni buenrollismo barato. Sin Operación Triunfo, ni móvil, ni políticos, ni tanto gilipollas a mansalva. Qué delicia.

 

2 comentarios

Uncle Phons -

Yo vivo un poco así desde hace más de diez años, y me encanta.
Europa no es Canadá, esto está más poblado, las distancias son menores y tengo ADSL en casa, pero aquí no hay más ruidos que los propios del bosque, y las cosas fundamentales se hacen más evidentes que entre el estruendo banal de las ciudades.
Por cierto, vivir en la naturaleza no quita para que se pueda leer, y estar al corriente de lo que pasa en el mundo. Esto no va de tipos románticos ni ermitaños misántropos metidos en una campana de cristal verde.
Igual que el prota de la peli que mencionas (la vi en Francia el año pasado), yo también echo pestes de las avariciosas empresas que joden el entorno natural y a quienes viven en él por sacarse cuatro eurillos más.
Y también tengo un rifle.

Kali -

Yo también lo vi, una pasada...
Si te rallas vete!! Yo ya estoy pensando cuando me voy a marchar otra vez...
Por cierto, estreno blog!!Un saludo.