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Santiago

Santiago Nunca son como en las películas, ni son guapos, ni atléticos ni ex miembros de las fuerzas especiales. Nunca se han ligado a una rubia despampanante y casi siempre pasaban por allí en el momentode los hechos. Los héroes--porque de ellos estoy hablando--son generalmente tipos normales que en un determinado momento son capaces de cosas que los demás sólo vemos en la pantalla del televisor. El de hoy se llama Santiago y es camionero. Un tipo gordito y con poco pelo, con cara de buena persona y de hincha del atletic--no me pregunten ustedes por qué pero lo he pènsado al momento--. Un tipo sencillo, con su dura vida de transportista a cuestas y una familia como las de toda la vida, con su santa y sus niños. Santiago venía esta noche conduciendo su camión cuando un hijo de la gran puta se estrelló contra un coche en el que viajaba otra familia con su padre, su madre y sus niños. Un auténtico cabrón de los pies a la cabeza del que el que escribe se alegra profundamente de su muerte y, espera, que no hay sido ni muy rápida ni muy indolora.
Ya les he comentado a veces que al que escribe todas las vida humanas no le parecen igual de sagradas. Unas lo son hasta la santidad y otras son simples estorbos en esta puta vida en la que encima tienes que tratar con subnormales de baja estofa. El tipo que se ha llevado por delante a los padres de las dos criaturas no se merecía vivir, y lo único lamentable de su muerte es que para llevarla a cabo se haya tenido que cobrar la existencia de unos padres de familia.
La cosa hubiera ido a más si Santiago no hubiese pasado por allí y no se hibiese bajado del camión con un extintor y algo para cortar los cinturones de los niños. Y para que vean ustedes de qué pasta están hechos según qué seres humanos, el bueno de Santiago aún se lamentaba y se llamaba de todo por no haber podido sacar a los padres de las criaturas del coche en llamas.
Santiago no quiere salir por la tele ni que le digan que es un héroe. Seguramente pasa tres pueblos del circo mediático que le quieren montar las televisiones para subir la audiencia y vender más detrergente. Pero Santiago es un ejemplo de lo mejor que hay en el ser humano. Como el otro, el subnormal cuyos sesos adornan el asfalto de una carretera, es el símbolo de lo más estúpido y vil que tiene el hombre.
Cuando llegue a su casa--si no lo ha hecho ya--su señora le estará esperando con la bata puesta para darle un achuchón. Seguramente mañana se hinchará en la escalera delante de las vecinas porque su Santiago ha salido por la tele y es un héroe. Sus críos estarán encantados en el cole de que sus colegas les pregunten por su viejo, y en la compañía de transportes todo quisqui dirá que es íntimo de Santiago desde la noche de los tiempos. Es el precio que hay que pagar, compadre. Pero lo que realmente será digno de mención y de medallas es que Santiago no ve nada especial en lo que ha hecho. Nada digno de tanto reconocimiento. Al fin y al cabo es lo que hubiera hecho cualquiera ¿no?

1 comentario

DaWyZ -

"al que escribe todas las vida humanas no le parecen igual de sagradas."
A mi tampoco me lo parecen.