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Catorce de abril

Un año más y otro 14 de abril. Día propicio para amantes de gorros frigios,
banderas tricolores y demás parafernalia izquierdista. Para el resto un día como
otro cualquiera. Nada que señalar fuera de los últimos datos del Estudio General
de Medios y el alborozo matutino de Chiquito de Teruel.
Ya se sabe, aquí semos monárquicos de toda la vida. O por lo menos desde aquel
día en que el Juancar salió luciendo medallas de capitán general para meter en
cintura a aquel meretérico con bigote que montó un cristo considerable a costa
de nuestros amados diputados. Entre aquel sarao y la pública aparición—años
antes—de Santiago Carrillo con la rojigualda de sombrero y flanqueado de la
cúpula del PCE con cara de estreñimiento, el temita de la República se quedó in
albis.
Menos mal que nos queda Portugal, y que el ínclito heredero de la corona y su
churri periodista están creando una ola de simpatías pro republicanas. Si es que
al final las cosas caen por su propio peso. Igualito que la cabeza de Luís XVI.

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