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El náufrago

El naufragio es algo más que un mero accidente. Es una sensación de soledad,de aislamiento, de desconsuelo. Algo parecido a lo que siente uno al vivir en una isla desierta se experimenta cada día en el ambiente de lo
políticamente correcto en Cataluñalandia. Ya saben, ese país de ensueño donde todo el mundo habla catalán y es del Barça. No es más que una burda patraña, una mentira repetida hasta la saciedad -como bien sabía Goebbles-
por los medios afines al régimen, pero que ha acabado calando hondo en la mentalidad de mis vecinos. Debería decir de mis compatriotas, siempre que me atuviera a la chapucera y ahistórica definición sobre mi nacionalidad
–sacada de los más profundo del romanticismo decimonónico alemán- que los ilustres políticos de mi parlamento autonómico han creado sin encomendarse a deidad o santo conocido. Pero por ahí no paso, tres mil años de historia no se borran de un plumazo por una serie de vendedores de motos apoltronados.
Volviendo a la cuestión principal, aquí el día de la hispanidad pasó con más pena que gloria Sólo algún grupo de nostálgicos del jurásico pusieron la nota de color dando una pena que ni les cuento y asociando la noción y la
nación de España a lo más vetusto y carrinclón de nuestra historia reciente.
Eso por no hablar de los cachorros del independentismo, incapaces de articular palabra alguna más allá de "fascista". Como bien dijo ayer mi antiguo profesor Arcadi Espada en el programa de la ínclita Maria Teresa Campos, se produce una asimetría entre catalanista y españolista. Ser catalanista tiene una connotación positiva, tiene algo de "noucentista", de "les coses ben fetes", de lucha contra la dictadura y de rancio abolengo
democrático. Por el contrario, ser españolista es sinónimo de “facha”, de franquista reciclado, de España negra, de charanga y pandereta. Todo esto mientras aquí nadie dice esta boca es mía cuando se hunde una calle del
Carmelo dejando en la calle a cientos de vecinos o cuando a Maragall se le calienta la boca y suelta aquello del tres por ciento. Dios le conserve el sentido común al president.
Y en eso andamos, más vendidos que Chiquito de la Calzada en una convención
de astrofísicos. Porque aquí, si lo que quieres es pasar inadvertido, lo mejor es achantarse cuando algún nacionalista te suelta el rollo macabeo de la financiación -la pela es la pela- o aquello tan gracioso de que lo de la nación no es un paso previo a la independencia (que baje Diós lo vea). Aquí calladito se está mejor, ya se sabe, lo de omertá ha sentado cátedra. No se te ocurra decir que el estatuto este es de agárrate que vienen curvas o que lo va a votar Rita la Cantaora, porque te crucifican y te cuelgan el sambenito de “sospechoso”. Desapego al régimen y a la nación, lo peor de lo peor, vamos, algo no visto desde los tiempos del III Reich.
Mientras tanto aquí seguimos muchos náufragos del hundimiento de este país al que muchos se quieren cepillar, bien por mala lecha congénita o por interés pecuniario, que de todo hay en la viña del señor. De vez en cuando
lanzamos –como en este caso- una botella electrónica a este mar virtual agitado por tempestades varias a ver si alguien nos hace una meaja de caso, cosa harto difícil.
Decía Julio Camba que cada país tiene los políticos y los restaurantes que se merece. En Cataluña tenemos a Carod Rovira, a Maragall… y a Ferrán Adriá. Está la cosa mu mala.

1 comentario

Kali -

Un placer volver a verte por aqui!! que nos tenias abandonados jeje.
Por cierto, ya te comentare un proyecto de web que esta en proceso...
Venga, sigue asi, dando caña jeje. Saluten