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El Israel desconocido

 

Ayer, por fin, pude ir a ver Munich, la película de Steven Spilberg sobre el atentado de Septiembre Negro durante la olimpiadas de 1972 -en el que fueron asesinados 11 atletas israelíes- y la plosterior venganza del Mossad. La película me gustó mucho, he de decirlo, las tres horas de metraje se me pasaron volando sentado en la butaca del cine. Spilberg logra transmitir al espectador la forma en la que la violencia acaba por destruir al ser humano. De todas formas, y a efectos históricos, la película diverge sustancialmente en algunos aspectos de lo que pasó en realidad. Por ejemplo, la operación llevada a cabo en Beirut contra terroristas palestinos difiere de como la narra la película, o la supuesta ejecución de los integrantes del equipo N (que así se llamaba) por parte no se sabe muy bien de quién pero eso es material de otro artículo.

De todas formas, me quedo con la magistral interpretación de los actores, incluida la de la actriz que da vida a la inconmesurable Golda Meir, madre del estado de Israel. La película, auqnue de forma sutil, confronta las acciones del Mossad en Europa con la de del terrorismo palestino como respuesta -aunque cabe pensar en si lo habrían hecho igual de no haber actuado el Mossad-. Pese a todo, el propio film , aunque intenta igualar las acciones de ambos bandos, da un par de claves que me parecen interesantes. Mientras los agentes hebreos realizan operaciones selectivas contra una persona (en las que intentan por todos los medios que no muera nadie más) los palestinos perpetran atentados indiscriminados en aeropuertos, aviones comerciales, embajadas, etc. alguno podrá decir que previamente los israelíes bombardearon bases terroristas, pero eran precisamente eso, campos de entrenamiento para terroristas.

A pesar de todo, existe una realidad en Israel que casi nadie conoce y que posiblemente sería muy esclarecedora para muchos. La imagen general de los judíos es la de un pueblo que somete a los palestinos, los bombardea indiscriminadamente y destruye sus viviendas cundo lo cree oportuno. Según lo políticamente correcto, Israel ha concentrado en ghettos a miles de árabes y los mantiene viviendo en la pobreza. Sin duda esa es la realidad de los territorios ocupados, pero no es toda la realidad. Nadie, o casi nadie sabe que en Israel, alrededor de un 20% de la población es árabe. Y cuando me refiero a Israel hablo del territorio del estado de Israel, no de Cisjordania,m Gaza o los altos del Golán. Cuando se creó, en 1948, el Estado de Israel, fueron muchos los árabes que decidieron vivir en paz con los judíos. Sus descendientes viven dentro de las fronteras, reconocidas internacionalmente, del Estado Judío. Estos árabes tienen pasaporte israelí, hablan hebreo y van a las mismas escuelas y universidades de que los hebreos. Alguno podrá pensar que son ciudadanos de segunda, pero la propia política del Estado de Israel le ha “mimado” especialmente. Dentro de la Knesset, el parlamento Israelí, estos árabes cuentan con representación parlamentaria a través de sus propios partidos. Como resultado, los árabes con pasaporte israelí disponen de un nivel de vida equiparable al de cualquier europeo medio. Estamos hablando de alrededor de 2 millones de personas, no de un grupúsculo al que se dan privilegios de cara a la galería.

Sayed Kashua es un joven árabe-israelí que, a trañés de su libro “Ärabes danzantes” narra la realidad de su gente. Sin duda no todo es de color de rosa; son árabes y como tales sienten un sentimiento de afinidad para con sus vecinos de los terriotorios ocupados, pero han sabido vivir en paz con los judíos y ahora están a años luz de sus vecinos. El otro día, un compañero de hebreo me comentaba que había conocido a uno y que se había emocionado al encontrar a alguien con quien hablar en su otra lengua.

Los historiadores no solemos hablar de política ficción, pero no dejo de preguntarme qué habría pasado si la historia hubiese discurrido por caminos diferentes. Pese a todo, la patria palestina no habría existido jamás, ya que el rey Abdullah de Jordania, ya en 1948, había llegado a un acuerdo con el Reino Unido para anexionarse el territorio conocido como Transjordania. De todas formas, la imaginación vuela y uno se vuelve a preguntar si les habría costado tanto dejar a los judíos en paz y vivir con ellos, o junto a ellos, como buenos vecinos. Quizá los árabes serían los primeros en alegrarse.


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