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El circo llega al oasis

El circo llega al oasis

El circo que ha montado el Tripartito con motivo del retorno de los papeles de Salamanca -con Maragall de domador de fieras- no tiene nombre. Publica hoy El Mundo un artículo titulado “Cataluña exhibe los papeles de Salamanca como si Cataluña hubiese estado con guerra con Cataluña. Ahí Peter J lo borda, y no es qusea santo de mi devoción. El úso partidista de derecha r izquierda de este asunto pasará a los anales de la estupidez humana. Como historiador que estén aquí o allá tanto me da. Para algo están lo microflims. Además, que viajar siemrpe tiene su puntito romántico. Lo que me toca la pera es precisamente eso, que con una falta de respeto absoluto hacia lo que fue la Guerra Civil, vayan estos ahora de víctimas. Más, sabiendo la cantidad de catlanes franquistas que hubo y hay y lo contentos que se pusieron los padres de muchos que ahota truenan al ver los tanques por la Diagonal.

Mires ustedes, conocí a un viejecito llamado Antonio, para más señas de Jaen. Este hombre fue condenado a muerte después de la guerra por rojo en general y por comisario político en particular. -a su hermano se lo cepilllaron los nacionales en Lérida depués de la Batalla del Ebro-. Se libró del paredón por haberle salvado la vida a un falangista al que unos milicianos querían dar matarile. Pues bien, Antonio, al salir de la carcel, volvió a su pueblo. Él era cómico, o sea, actor y coleguita de farra de Antonio Valderrama. A su vuelta todo seguí como antes, los mismos señoritos latifundistas y perdonavidas. De sus siete hijos se le murió uno de pura hambre, que tiene tela y otro pilló meningitis. El hambre se la sacaban a guantazos y, lo que tiene más guasa, le obligaron a casarse con su legítima por la Iglesia, cosa que sus hijos todavía recuerdan hoy. El pobre Antonio se tuvo que venir, como tantos otros, a buscarse la vida en Barcelona. Una vez aquí se tuvo que construir de noche porque de día te la tiraban- una chabola en el Somorrostro. Él, que como ya he dicho era cómico, se tuvo que apañar con un currelo de albañil. Sacó a su familia adelante y logró mudarse con ella a un modestísimo piso de pocos metros cuadrados en el que eran recibidos todos los muertos de hambre que venían del pueblo. Imaginen las literas, los turnos de baño y el cachondeito padre. Y de Antonio me cuentan que fue siempre un guasón que se ciscaba en todo cada vez que aparecía un cura en la tele. Pues bien, Antonio era mi bisabuelo.

Esta es la historia de muchos en este bendito país. Una historia que cualquiera en Santa Coloma, Badalona, Hospitalet o Cornellá les podrá explicar con variaciones mínimas.

Dicho esto no se extrañen si cada vez que un catalanista me viene con la monserga del genocidio, lo de la persecución de la lengua (primera emisión en catalán después de la guerra, 1947) o gilipolleces por el estilo me de la risa floja. Represión de la dura la que pasaron ellos, que no tenían nada que echarse a la boca. Represión es vivir como un perro, no que te digan que no te puedes comprar el Hola en catalán, aunque también debe de joder una hartá. Así que miren ustedes, cuando monten una exposición sobre los que se vinieron de cualquier sitio de España porque Franco estaba a partir una piña con los caciques del país, o sobre los andaluces que se dejaron la piel en cualquier trinchera de la Terra Alta luchando por la República, ahí me verán ustedes. También me verían en la que podrían sacar sobre los 8352 “nacionales” fusilados después de haber pasado por una de las 20 “checas” de Barcelona, tan catalanes ellos como el que más y de los que nadie dice nunca ni mu. Ahora, utilizar como están utilizando esto para decir que en España son todos unos fachas y que los catalanes son unas pobres víctimas, ni de coña. Aquí hubo franquistas como en todos sitios y se vivía mejor que en el resto de España -o si no por qué venían-. Pero claro, nosotros somos “charnegos” y, dicho por el ministro Sevilla, Cataluña no está preparada para según qué cosas.

Si nos ponemos a recuperar la memoria histórica no valen medias tintas.

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