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Eutanasia y bolígrafos

Hace un par de días murió Terry Schiavo. Ya saben, esa mujer que ha estado dos semanas sin comer ni beber—aunque la pobre no podría haber hecho ni una cosa ni la otra—hasta que ha muerto. No pienso posicionarme en un tema como el de la eutranasia porque creo que cada uno es libre de hacer de su capa un sayo y ya vamos siendo mayorcitos para decidir el cómo y el cuando si nos va viniendo en gana. Hombre, así, a bote pronto, lo de la pobre Terry me parece un poco salvaje. Aunque sintiera menos que un gato de escayola y estuviera hecha un vegetal eso de dejarla morir de hambre y de sed, no sé, qué quieren que les diga. Vaya por delante que creo que la libertad es el bien más preciado—“A las barricadas” dixit—y que para estar hecho un geraneo uno prefiere que le desconecten del enchufe y así de paso utilicen la electricidad para cultivar algún otro tipo de planta con fines más lúdicos.
El pobre padre de Terry, además de tenerle unas ganas a su yerno que pa qué, se ha preguntado que qué clase de país es el suyo que permite legalmente un asesinato. A buenas horas mangas verdes. Porque los que ahora se ponen moños por lo de Terry son los mismo—salvo honrosas excepciones—que se apiñan a las puertas de cualquier cárcel para pedir que frían a un tipo cualquiera, casi siempre negro o hispano.
Lo de los yuesei no tiene nombre. Y si no les cuento una historia real como la vida misma que sucedió en el país de los cowboys hace unos años. Resulta que al principio de la era espacial los responsables de los futuros vuelos se dieron cuenta que los bolígrafos tradicionales no funcionarían en el espacio. A ver ahora con qué iban a escribir los pobres astronautas americanos. Total, que estos señores encargaron a una asesora que desarrollase un proyecto faraónico para inventar algo que escribiese por esos universos de Dios. Investigaron durante años en busca de un bolígrafo que escribiese en gravedad cero, entre unas temperaturas bajo cero y 300 grados celsius, que fuera irrompible y que fuese capaz de escribir sobre cualquier superficie incluido el cristal. Al finalizar el proyecto se habían gastado 12.000 millones de dólares.
Los soviéticos utilizaron un lápiz.

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tri -

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